miércoles, octubre 02, 2013

Sahara... Dejar ir

ترك
.·.


Cuando se emprende un viaje, no por vacaciones, sino para sanación, es complicado encontrar el equipaje necesario para esta travesía, empaque una cantimplora con suficiente agua, zapatos cómodos una mochila casi vacía un pañuelo para el sol y unos aros con motivo victoriano, aquellos aros no tenían mucho sentido ponerme aros en medio del desierto no era algo necesario, pero aquellos aros eran fundamental en este viaje, ellos me ayudarían a siempre recordar lo que dejo atrás y porque emprendí el viaje, en el futuro lo iba agradecer en el desierto sueles olvidar quien eres.
Los primeros días en el desierto sufrí lo que podría llamarse  “síndrome de creer que todo está bien” (nombre inventado por mi) ¿y cómo es ese síndrome?, olvidamos dónde estamos y creemos que todo sigue igual, tome agua cuando me dio en ganas sin resistir un poco de sed, comí cuando incluso no lo necesitaba, pero olvide que esa agua y esa comida ya no era abundante y que tarde o temprano lo iba a lamentar, aun no estaba viajando como aprendiz seguía siendo una turista admirando cada cosa como una atracción y no como aprendizaje, seguía sin sentir las quemaduras del sol, aun no le tomaba el peso del viaje. Al tercer día el agua ya no era abundante y la comida escaseaba, el sol había provocado algunas ampollas y cada vez me sentía más enferma, el viento al levantar la arena me hacía sentir como millones de agujas golpearan mi rostro, de a poco me olvidaba del turismo ahora era supervivencia, debía encontrar algún lugar para descansar y posiblemente cargarme de agua.
Al cuarto día no tenía ya mucho que comer y el agua, EL AGUA, era lo que más necesitaba pero no estaba ya, la había agotado, abusado de su consumo, si hasta derrochado! Sentía que poco a poco las fuerzas se alejaban y que el sol quemaba cada vez más, pensé en la muerte, y no imaginan como temía a la muerte, el terror que me provocaba era casi paralizador, morir ahí con tanto que vivir! Morir sola en medio de la nada, sin ser recordada por nada, MORIR! .

Ese mismo día la vida se enfado conmigo y levanto una gran tormenta de arena, llore y trate de refugiarme pero en medio del desierto no hay mucho para eso, la tormenta se levanto me azoto y me despojo de toda posibilidad de lucha, en algún momento nuevamente la muerte se presento la vi a los ojos, todo se volvió negro.

No sé cuanto habrá pasado pero desperté en una precaria tienda  de color café sucio, estaba viva desorientada pero viva, una mujer con un niqab negro se sorprendió de verme despertar, dijo unas palabras que no entendía, tenia sed mucha sed, a la tienda entro un hombre alto piel tostada y pelo negro se acerco me saludos, en mi legua. Emir ese era su nombre, era un hombre amable y se preocupo de mi recuperación tuvimos varias tarde de charla fue bueno conmigo. Una tarde como era de costumbre Emir paso a visitarme y tuvimos una conversación que me a servido mucho, me contó que hace muchos años tuvo un amor, ella había sido el amor de la juventud que habían sido felices y que incluso esperaron un preciado tesoro su hijo su “Nur” los tiempos felices no duraron mucho pero Emir decía que si lo suficiente para guardarlos en su corazón , su Nur teniendo menos de un año contrajo una enfermedad que le quito su corta vida, la desolación en el corazón de Emir fue más grande que el mismo desierto y sus lagrimas podrían haber llenado el mismo mar rojo, pero Emir sobrevivió, en cambio su amor , ella no tuvo las fuerzas se fue apagando día a día, como la estrella que están a punto de desaparecer, no sabe si murió de una enfermedad o solo fue la pena, Emir me comento que se había quedado solo sin nada que lo aferrara a la tierra pero en su corazón sabia que lo correcto era continuar, me dijo “si sigues vivo es porque tu destino aun no lo cumples”  se unió a la caravana (en la cual yo estaba) y en ella encontró una nueva familia, a nuevas personas a las cuales cuidar y sobre todo aprendió del desierto, me dijo que cierta vez en uno de los viajes pudo comprender que el alma del ser humano es eterna e infinita y que solo el cuerpo es el que deja de estar, que cada mañana sentía como su Nur lo saludaba, como con cada pequeña flor del desierto sentía a su amor junto a el, me dijo que los hombres de occidente no sabían sobrellevar la muerte por que no tenían la esperanza de la permanencia del alma, de la reencarnación, el sabía que su Nur probablemente estaba por ahí y algún día se toparía con el, se daría cuenta cuando viera sus ojos y entendiera que el destino lo había escrito así. Comprendí entonces que dejar ir no es un adiós para siempre sino un hasta luego y que constantemente podemos re encarnarnos o renacer en alguien mejor o peor. “Y ASÍ FUE QUE APRENDÍ SOBRE LA REENCARNACIÓN, GRACIAS A EMIR” 

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