ترك
.·.
Cuando se emprende un viaje, no por vacaciones, sino para
sanación, es complicado encontrar el equipaje necesario para esta travesía,
empaque una cantimplora con suficiente agua, zapatos cómodos una mochila casi
vacía un pañuelo para el sol y unos aros con motivo victoriano, aquellos aros
no tenían mucho sentido ponerme aros en medio del desierto no era algo
necesario, pero aquellos aros eran fundamental en este viaje, ellos me
ayudarían a siempre recordar lo que dejo atrás y porque emprendí el viaje, en
el futuro lo iba agradecer en el desierto sueles olvidar quien eres.
Los primeros días en el desierto sufrí lo que podría
llamarse “síndrome de creer que todo
está bien” (nombre inventado por mi) ¿y cómo es ese síndrome?, olvidamos dónde
estamos y creemos que todo sigue igual, tome agua cuando me dio en ganas sin
resistir un poco de sed, comí cuando incluso no lo necesitaba, pero olvide que
esa agua y esa comida ya no era abundante y que tarde o temprano lo iba a
lamentar, aun no estaba viajando como aprendiz seguía siendo una turista
admirando cada cosa como una atracción y no como aprendizaje, seguía sin sentir
las quemaduras del sol, aun no le tomaba el peso del viaje. Al tercer día el
agua ya no era abundante y la comida escaseaba, el sol había provocado algunas
ampollas y cada vez me sentía más enferma, el viento al levantar la arena me
hacía sentir como millones de agujas golpearan mi rostro, de a poco me olvidaba
del turismo ahora era supervivencia, debía encontrar algún lugar para descansar
y posiblemente cargarme de agua.
Al cuarto día no tenía ya mucho que comer y el agua, EL
AGUA, era lo que más necesitaba pero no estaba ya, la había agotado, abusado de
su consumo, si hasta derrochado! Sentía que poco a poco las fuerzas se alejaban
y que el sol quemaba cada vez más, pensé en la muerte, y no imaginan como temía
a la muerte, el terror que me provocaba era casi paralizador, morir ahí con
tanto que vivir! Morir sola en medio de la nada, sin ser recordada por nada, MORIR! .
Ese mismo día la vida se enfado conmigo y levanto una gran
tormenta de arena, llore y trate de refugiarme pero en medio del desierto no
hay mucho para eso, la tormenta se levanto me azoto y me despojo de toda
posibilidad de lucha, en algún momento nuevamente la muerte se presento la vi a
los ojos, todo se volvió negro.
No sé cuanto habrá pasado pero desperté en una precaria
tienda de color café sucio, estaba viva
desorientada pero viva, una mujer con un niqab negro se sorprendió de verme
despertar, dijo unas palabras que no entendía, tenia sed mucha sed, a la tienda
entro un hombre alto piel tostada y pelo negro se acerco me saludos, en mi
legua. Emir ese era su nombre, era un hombre amable y se preocupo de mi
recuperación tuvimos varias tarde de charla fue bueno conmigo. Una tarde como
era de costumbre Emir paso a visitarme y tuvimos una conversación que me a
servido mucho, me contó que hace muchos años tuvo un amor, ella había sido el
amor de la juventud que habían sido felices y que incluso esperaron un preciado
tesoro su hijo su “Nur” los tiempos felices no duraron mucho pero Emir decía que
si lo suficiente para guardarlos en su corazón , su Nur teniendo menos de un
año contrajo una enfermedad que le quito su corta vida, la desolación en el
corazón de Emir fue más grande que el mismo desierto y sus lagrimas podrían
haber llenado el mismo mar rojo, pero Emir sobrevivió, en cambio su amor , ella
no tuvo las fuerzas se fue apagando día a día, como la estrella que están a punto
de desaparecer, no sabe si murió de una enfermedad o solo fue la pena, Emir me
comento que se había quedado solo sin nada que lo aferrara a la tierra pero en
su corazón sabia que lo correcto era continuar, me dijo “si sigues vivo es
porque tu destino aun no lo cumples” se
unió a la caravana (en la cual yo estaba) y en ella encontró una nueva familia,
a nuevas personas a las cuales cuidar y sobre todo aprendió del desierto, me
dijo que cierta vez en uno de los viajes pudo comprender que el alma del ser
humano es eterna e infinita y que solo el cuerpo es el que deja de estar, que
cada mañana sentía como su Nur lo saludaba, como con cada pequeña flor del
desierto sentía a su amor junto a el, me dijo que los hombres de occidente no sabían
sobrellevar la muerte por que no tenían la esperanza de la permanencia del
alma, de la reencarnación, el sabía que su Nur probablemente estaba por ahí y algún
día se toparía con el, se daría cuenta cuando viera sus ojos y entendiera que
el destino lo había escrito así. Comprendí entonces que dejar ir no es un adiós
para siempre sino un hasta luego y que constantemente podemos re encarnarnos o
renacer en alguien mejor o peor. “Y ASÍ FUE QUE APRENDÍ SOBRE LA REENCARNACIÓN,
GRACIAS A EMIR”